Mi vida como metáfora.
Lo eres todo y eres humo.
Todo lo tuve y nada retengo.
Traté de respirar a bocanadas,
Mientras, a cuentagotas, me ahogaba.
Conexión al sabor de tus labios.
Aislamiento de la propia vida.
Frutos agridulces en la boca
Aromas volátiles en las manos.
¿Cómo funciona el sentido?
¿Menguante o creciente?
¿Es táctil o efímero?
¿Se vive o se muere?
Me respondiste:
Encierra los sueños
en pompas de jabón,
y juguemos a volver a ser
aquellos niños del ayer.
Tus brasas…
Tus manos…
El silencio…
¿Bailamos?
Aprendí a sentir cuando cayó en desuso.
Enseguida viví la orfandad del sueño.
Remonté mil historias sin liberar mis cadenas.
El pasado me tenía atrapado a una frágil rama.
Decliné el réquiem por la soledad,
entre oraciones y constricción.
Cantaba arrullos entre dientes.
Aquellos que rechinaban al levantar.
Recuerdo Alfonsina y el mar:
La blanca arena que lame el mar…
Su pequeña huella no puede más…
Sabe Dios que angustia te acompañó…
Para recostarte arrullada en el manto…
de las caracolas marinas…
caminos de algas y de coral…
vestida de mar…
Con ella aprendí a vivir entre corrientes.
Entre el dolor perenne del corazón
y la mirada hincada en la osa polar.
A sobrevivir. Apenas a sobrevivir.
A veces, caía en manos del Silvio
y su unicornio azul.
Y remontaba.
Aprendía a volar entre brisas perdidas.
Mientras desaparecía sin información.
Las flores olvidadas querían hablar…
Acaso una obsesión…
Se fueron las alas.
La sal cicatrizó
lo que antaño vivía
y hoy yace en paz.