A veces tengo ganas de cantarte.
A cambio de que estés cerca.
A menos de dos centímetros.
A menos de tres milímetros.
Cantarte con las manos.
Cantarte con mis pestañas.
Cantarte con mi piel.
Cantarte con mis labios.
Esbozar poemas con baladas.
Y canciones con tu figura.
Aunar entusiasmo con deseo.
Dejar que los volcanes detonen.
Mientras tanto. Mientras vives.
Tejer silenciosamente y de a poco,
una etérea y precisa tela de araña,
que permita ceñirte a mis sueños.
¿Quieres ser mi duende?
¿Mi talismán contra la tristeza?
¿El arabesco de mi loca fantasía?
¿El reclinatorio en mi habitación?