Anoche contemplaba la vida desde un sueño lúcido.
Conté más de diez estupideces.
Una docena de chascarrillos.
Innumerables risas.
Incontables, diría.
Hubo canciones.
Muchos bailes.
De los que aun atesoro aromas y hormonas.
Mucho tiempo detenido.
Asombros atajos entre generaciones.
Libros sesudos y desafiantes.
Desternillantes historias con personajes entrañables.
Días cualquiera y días en rojo.
Bastantes de ellos, intensamente carmesí.
Como conclusión, nada se perdió.
Ni nada está perdido.
La conjura cristalizó.
Los sueños se han desgranado.
Mientras dejaban un peculiar rastro de migas de pan.
El fin, también está ahí.
Pero a ese, lo miro de espaldas.