Esta tierra conoce las viejas historias, y las nuevas.
Sabe de sueños. De hijos. De cada vez que te defraudé.
De las veces en que saltamos al vacío de la aventura.
Nunca hubo oscuridad porque fuiste posible. Y creí.
Te soy infiel en minúsculas.
A veces, me enamoro de tus ojos.
Otras de tus delicadas pestañas.
O me quedo prendado
de la curva de tu espalda.
Eres diosa
y eres tierra.
Fértil tierra,
diría.
En ti planto la esperanza
y recojo, religiosamente,
fruto de cada simiente.
Humildemente te adoro.
Me abono a los perlados relatos de tu infancia.
Al crujiente color de tus mareantes medidas.
Al exceso de tu ribera de sal que lamo con ansia.
A la pereza de tus meditaciones y titubeos.
Aun duerme mi lengua tras la última incursión.
Envuelto en aroma y recuerdo.
Despierto sin pasado,
y tendido al sol.