El fruto de la higuera

viernes, marzo 27, 2015 Permalink 0

 

Los cuerpos desaparecen en el abismo intemporal de la vida.

Huérfanos de selección, se diezman las oportunidades.

 

Pasamos de ser guardianes de la belleza a víctimas de su pérdida.

Tan solo las apariencias nos unen el cansancio de nuestra pareja.

 

La sustancia del tacto ya no es más que un absoluto espectro.

El viaje compartiendo alforjas se trueca en una carga de dos.

 

Añoras el gusto del fruto de la higuera recién cortada.

La vista se te nubla mas allá de que puedas disimularlo.

 

Renuncias al desacuerdo a cambio de libar vacío y rencor.

Hasta los tendones de tu hombría se afinan cual cuchilla.

 

Debí dejarme tentar a menudo, y no guardar para el invierno.

O frecuentar mas bares donde los asesinos acortan el camino.

 

Debí hacer más caso de mi sed, y menos de mi conciencia.

Desobedecer al anillo de la felicidad y moldear arcilla.

 

Sin quererlo, llevamos una máscara de pavor a modo de defensa.

No está bien visto poder vivir con placidez, en un entorno gris.

 

Sin embargo nos olvidamos que la tristeza se contagia por el aire.

Bailamos danzas de guerra sobre el papel como dardos hirientes.

 

La presencia sofoca. Las risas y los abrazos se encaraman al techo.

La rutina y el miedo nos han llevado a la uniformidad extrema.

 

La piedad es una amable sonrisa que se ejecuta con virtuosismo.

No pronunciaré mis últimas palabras si no es frente a un ser amado.

 

Ni dejare de amar a quien me devuelva una mirada dulce.

Me sublevo ante la idea de comenzar a morir en los inicios.

 

Amar permutando gracia y deseo.

Abro los ojos, y sueño contigo.