Amigo:
Hoy necesito un abrazo.
Por todos aquellos que te ofrecí.
Pero no a modo de intercambio.
Sino de tabla de salvación.
Hoy no soy yo.
Soy el residuo de tu aliento.
La delicada silueta del humo.
La fría médula de un volcán.
Hoy quédate a mi lado.
En silencio. Pero sin soledad.
A la espera del renacimiento
de la inextinguible llama sofocada.
Hoy los amigos quedan,
y la risa fácil se va.
Quedan los leales.
Los que nunca enmudecen.
Esos.
Por los que la vida vale
mucho más
que cien reales.