Akira:
Ya no existes amigo.
La naturaleza ha sido implacable contigo,
y hemos preferido que volaras.
Era lo único que no habías podido hacer.
Hace doce años llegaste a casa.
Empeñado en revolucionar
cualquier concepto de tranquilidad
o de jardinera osada.
Viniste a cuidar nuestros hijos.
Y cumpliste con creces.
Tanto que ahora te veía arrástrate
y me pudo la compasión,
y el agradecimiento de tantos años.
Tantas conversaciones.
También tantos desacuerdos,
que siempre ganabas con tu tozudez.
Fuiste fiel. Fuiste amigo. Fuiste familia.
Y sobre todo he tenido la sensación
que, en realidad,
tú nos adoptaste a nosotros.
Grande como tu nombre,
Fiel como te dictó tu raza.
Te deseo un paraíso donde
nunca lleves correa.
Y los veterinarios
solo te saquen de paseo.
Gracias.
Incluso por esta tristeza
que me evoca sentimientos
hoy, algo perdidos.