Tan solo dos besos abrieron una barrera, antaño inexpugnable,
bajo la que se oprimían mil desencantos y alguna vicisitud.
Mis manos encalladas despertaron sobre tu piel un aliento
que permanecía, igualmente deambulantes bajo sábanas frías
No hablamos mucho. Al menos no recuerdo grandes temas.
Un lento y titubeante paseo desde la puerta al dormitorio.
Una mano que se atrasa voluntariamente y roza mi cuerpo.
El detonante de un deseo comprimido necesitado de ser amado.
Multiplicamos los labios por cien y las caricias por mil.
No recuerdo como cayeron al suelo el envoltorio de nuestros cuerpos.
Peros i recuerdo la batalla. Y el sabor salado de una lágrima feliz.
Dos cuerpos extremadamente curtidos reverdeciendo juventud.
Una entrega sin condiciones. Un “te necesito” a cabio de” eres mía.”
Curvas, humedad, aire, sabor intenso, palabras entrecruzadas.
Unos minutos frente al espejo, mientras recomponías el maquillaje.
Yo inspiraba una y otra vez buscando el aliento que hábilmente robaste.
Una mirada cómplice y una sonrisa complaciente fueron suficientes.
Te besé. Me respondiste. Y aun sigues al otro lado de mi esperanza.
Lo llamaremos felicidad. O como quieras reservarlo hasta la próxima vez.
Mientras tanto ocupa mi pensamiento, y enrédate entre recuerdos y piel.