Campanas del cielo

viernes, enero 30, 2015 Permalink 1

Hincado en la barra. A modo de muleta se apoyan mis brazos.

Descansa el alma. Respira, respira. Me cuesta. El aire quema.

Los pulmones achican el eco infinito de amargos recuerdos.

 

Al final, el pianista tenía razón con su tenue melodía.

Este mundo de mediocres tiene su rey por un día.

 

Momento de irse. Pierdo el pulso.

Si me rindo hoy, mañana podré ganar.

 

Este matadero de cuerpos cierra con el alba y el sonido

de un candado encubre el asesinato de la esperanza.

 

Hace frio aquí fuera. Las farolas no forjan sombra.

Mi espalda sudorosa se dobla. Bramo maldiciones de cal.

 

Eres imprescindible en la victoria e ineludible en mi impotencia.

Apoyados en un muro, de ladrillo visto, y brochazos con prisa.

 

Arrebatamos vida a la manecilla del viento.

Nos resguarda su solidez. Socavamos eternidad.

A modo de parca ventana. De barras corroídas

por manos entumecidas e incontables lágrimas.

 

Tarareamos canciones de cuna. Consolamos el alma.

Nos dejamos llevar soñando que lo llamamos amar.

 

La realidad llueve al morir nuestra estrella.

Tañen siete truenos las campanas del cielo.