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Imagen: Azure D’or.
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Acaricio inconsciente el húmedo musgo de la piedra.
Mi mente se separa del cuerpo y compara texturas.
Y me hago la gran pregunta. La temida pregunta:
¿Cuál es la textura de mis sueños?
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Acaso la toalla envolvente, con aromas a jabón de mesa, de mi añorada niñez.
O tal vez el agua de lluvia en forma de tropel que anegaba las calles de mi barrio.
O las gotas de sudor tras conquistar un bloque de obra cual palacio mandarín.
Seguramente el crepitar de la sal mientras te secabas bajo el ardiente sol de la playa.
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Hoy sueño para mantenerme erguido mientras voy llegando.
Muchas veces pienso en tu piel. En el sabor de tus húmedos labios. En tu voz.
Algunos, te confieso, me lo invento y luego juego a compararlos.
Aunque la realidad, no tengo duda, ampliamente lo supera.
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Amar sin existir de forma presente.
A veces energía para seguir viviendo.
A veces agonía en forma de maldición.
Y siempre un deseo irrenunciable.
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