Si mis ojos no ven,
y mis manos no sienten.
¿Cómo glorificaré
esta metáfora envolvente?
Se emancipan mis sueños
como lluvia de invierno.
Sin marcha triunfal.
Y sin posible consuelo.
No quiero abandonarme
a una piel desacostumbrada.
Ni a peregrinar por vitrinas
de neón impersonal y fluorescente.
Este es el desafío:
Conjugar verso y piel
para consolidar deseos
como obra maestra de tus días.