Nunca necesitamos estrellas

jueves, abril 9, 2015 Permalink 0

 

Nací errante hasta que tu presencia se convirtió en mi estrella de referencia.

Hoy reinas en el espacio donde aspiro a ser príncipe de la gracia que emanas.

Tan solo quiero dormir al ritmo de tu respiración, al leve contacto de tu pecho.

 

El alba va orquestando la mañana y aun mi mente vuela dispersa entre tu pelo.

Ladeo mi cabeza como un depredador que enfoca el cuerpo que quiere devorar.

Me dejo llevar para recibir una intensa respuesta a mi ancestral embestida.

 

Y sonrío feliz. Lejano en la distancia. Y tan cercano a tu piel, como un escalofrío.

Un espejismo excitable que me posee y aviva la compulsiva locura que me corroe.

Un poema de suerte alterna. Un circo sobre hielo que regresa cada invierno.

 

Pasan los años y aun celebro nuestro primer día.

Aspiro la habitación y huele a hierba recién cortada.

Incrusto la cara en la almohada y siento tu esencia.

 

Desde ese día, nunca han habido ausencias en mi fe.

Nos deslizábamos entre riberas lejanas y olvidadas.

Sin velas que desplegar o con viento impracticable.

 

Nunca necesitamos estrellas que nos guiasen.

Ni proyectamos sombra donde no nos convenía.

Todo ha sido crédulo y sencillo al albor del amanecer.

 

Nunca tragamos arena ni aspiramos ceniza de naufragio.

Las páginas de los libros abanicaron nuestros ideales.

Hemos vivido sin grandes penas y sin hacer mucho ruido.

 

Sigues siendo el proyecto y el galardón de mi destino.

Fue tan importante conseguirte de entre tus sueños

que aun sigues gustándome después de conseguirlo.