No invento nada.
Me entusiasmo
con lo sublime,
y ya vivo.
No invento nada.
Me entusiasmo
con lo sublime,
y ya vivo.
No sé lo que viene.
Pero algo viene.
En la isla de mi infancia,
aun tiran cohetes,
por una quimera.
Mi deseo cimbrea sobre tu piel.
Acabo la noche en tus labios.
Te amo libre.
Sobre la sal del mar
y el viento del sur.
Un limbo a modo de lienzo
El destino fija
los pliegues de tu sueño.
Atesoro la lluvia de tu invierno.
La obra maestra de mis días
conjuga versos y piel.
Cuento huecos de tus vertebras
yema a yema de mis dedos.
Destello fugaz de tu complicidad.
Los dias puros contienen mi aliento.
Poemas nacidos para alabarte.
Vulnerables en la orilla de la ilusión.
mi vida
Eres mi obra.
quien dibuja mi contorno.
Lo que expreso. Lo que soy.
Azul y espuma de luz.
Intensidad del último aliento.
Motín de sentimientos.
Desguace de sueños.
No pediré indulgencia
ante la desventura de perder.
Ni por los viejos sueños
aun por venir.
Mi mente se precipita
tras un recuerdo.
La distancia y el orgullo
paren soledad.
Me sobra fe.
Me falta aire.
Briznas que orbitan
imperceptibles.
Viento horadado de vestigio.
Buscando eternidad
bebo soledad.
Te sobran botones.
A mis manos, deseo.
Un rastro adormecido
sobrevive en mi almohada.
Sé mi perfección.
Mi banal aspiración.
Despierto
sintiéndote cerca.
lo gutural
y poético de la vida.
Te percibo mía y sin embargo no te siento como tal.
Prefiero la incertidumbre que renunciar a esta ilusión.
Te enroscas en mi regazo mientras recorro tu cuerpo.
Tu piel, irreverente, late de forma continua y pausada.
Tristeza y alegría se asilan en casa de la locura.
Rosas acunadas sobre la mesa de noche.
Contamos casualidades entre ideas sin pasado.
Mientras tanto, velo la mansa cadencia de tus pestañas.
Esa costumbre fugaz en la que parpadeas vulnerable.
Me postro sobre el vientre que me retiene a la cama.
Aprendemos, de a poco, a vivir como esencia de ambos.
Almas sesgadas por la arritmia que se aleja otro poco.
La almohada soporta sueños vacíos y sal cristalizada.
Un tren que renuncia a marchar en círculos concéntricos.
Ni que la distancia sea otra escusa para cerrar los ojos.
Hace tiempo que retengo tu sabor al borde de la locura.
Una historia que trata de un titiritero y su deseada magia.
En esta intensidad, mi alma aprendió a contener la respiración
Vientos que recorren la espalda desde la orilla de tus labios.
Crónicas nacidas del vientre y oxidadas bajo siete llaves.
Buenos días mundo.
Observo que has seguido girando.
Como siempre,
asíncrono.
Me siento invencible.
Apuntalo estrellas con las alas quebradas.
Duele tanto esta maldición que ni gritándole me alivio.
Creo fábulas en serie sobre nubes errantes.
Danzo furtivamente con los recuerdos mientras
desgasto el tiempo inventando desencuentros.
El sueño revolotea embriagado mientras caigo en picado.
Bebo silencios a grandes sorbos. A golpe de intensidad.
No creas en mi palabra, pero no dudes de mi mirada.
Me cuesta crear suficiente polvo mágico para tus alas y las mías.
Llámalo crisis de fe. Aunque esto no deja de ser un camino de a dos.
Amas con movimientos aprendidos en una elegía de almas perdidas.
No te quiero únicamente entera, pero te necesito a mi lado.
Tal vez con poco cuerpo, pero con la totalidad de tu presencia.
Teatro de arte y sombra que dulcifica pasiones.
Un manto de ternura sobre un punto de locura.
Un puñado de sueños forjados de espino e ilusión.
Al final de esta vida tengo seguro que,
respetaré la oscuridad de las batallas libradas.
Pero en vida solo coronamos victorias cantadas
sobre un trecho de hierba totalmente asolada.
Aspiro a navegar entrelazado a bordo de una barca
con armazón de papiroflexia sobre tu piel inmaculada.
Amanecer acotado por la brisa que adormece mi espalda.
Enmudecen las campanas. Las tardes se anudan. Lo breve quiebra.
Los generales claudican. Las palabras se ahuecan, el color palidece.
Cuatro gotas libadas en frio cada mañana son insuficientes.
Despierto abrazado a la nada, encanecido por una sensación raída.
De tu cuerpo desapareció la vida. El mío no la ha recuperado nunca.
Eres la parte que no poseo del espacio intercostal que me sustenta.
No hay centímetro en el que no haya dejado mi impronta.
Leves susurros que fallecen “in crescendo”. Arqueos. Piel cuarteada.
Respiración entrecortada. Sublimación de lo intenso.
Allí donde la luna parpadea entre nubes, cristaliza el silencio.
Un tango resbala sobre tu cuerpo. Sin permiso. Sin compasión.
No existe la soledad. Tan solo mente y abrazos fugazmente vacíos.
El viaje eterno, el pulcro silencio. Desmenuzo caricias. Recolecto recuerdos.
Aprendí a coleccionar sonrisas repletas de magia y guardarlas bajo llave.
Fuiste mi valkiria. Mi compañera. Mi amante. Mi sueño.
Nunca me sacio buscando tu rastro en la inercia del camino.
Mi piel, ajada de espacio, mientras mi mente sigue creciendo.
Esta burbuja de aroma y sonrisa, sugiere una sinfonía de hojas secas.
Un punto de inflexión donde se arquea tu espalda.
Sonido de una noche encaramada sobre colinas de placer.
Tacto que se disuelve. Brillo de auroras. Un susurro ungido de luna.
Las libélulas alrededor del fuego anhelan historias que no te abandonan.
Me queda la esperanza, rompiendo costuras desde el corazón a la espalda.
A veces, un adiós firme, nos es más que una sentencia de libertad.
No hay suficiente cielo para el apetito del alma en medio de un amanecer.
No toco tu cuerpo, y sin embargo me quema.
Dios no me escucha.
Al menos necesito que lo hagas tú para salir ileso de esta vida,
donde tropieza el desamor mientras me sostienes en la gloria
soñando que hay un tu, y a tu vera, un yo.