Me duele el corazón
aunque no esté desbocado.
No quiere latir
más allá de un sustento.
Le conozco.
Vive agazapado.
Soñado, tal vez,
con el desquite.
Le escucho musitar:
“Este mundo es pequeño
para morar ambos en él.
Salvo que te entierren
y yo cave la tumba.”
Habrá que apaciguarlo.
Sobrevivir a la herida.
Lamerse las entrañas,
y dejar que cicatrice.
Me enseñaste la cara
y escondiste el corazón.
Como un verso,
mal pronunciado.
Ese,
que no queremos recordar.
Renuncio a tu vera.
Sepulto nuestro pasado
bajo una amarga ceniza.
Ni siquiera el desamor
compensa el puñal
que, vilmente clavaste.
Necesito olvidar tu existencia,
y seguir viviendo.
La felicidad es un precio
demasiado alto
para tu desprecio.
Una tupida niebla
silencia el pasado
que no deseo recordar,
ni siquiera para olvidarlo.
Al fin y al cabo,
la única locura
que deseo vivir,
necesita
de unos brazos
sinceros.