Me gustan los besos teñidos de rojo.
Aquellos que veneran el cuerpo
y enloquecen la piel.
Las que marcan territorios inexplorados
Y explotan en una pirotecnia
que inunda la habitación.
Aquellos que resuenan
en los momentos más oscuros
donde nos abraza la soledad.
Los que nos sacan del pozo en volandas.
Sin dejar de vivir entrelazados
en la intimidad de un susurro.
Un humor fecundo e irracional
que gira la rosa de los vientos
de oeste a este y de sur a norte.
Aquellos que surgen de tus labios
acompañando a tus manos,
sin concesión alguna.
La culminación de una vida emergente.
Nacida de una larga historia de silencios
y que muere sobre el lecho de tu cama.