Ante lo insulso y paradójico
me levanto en silencio.
Pero contundentemente
comienzo a sonreír.
Ante la locura y lo imprevisto
me rindo con pleitesía.
Pues lo diferente es lo nuevo
y la efervescencia del día.
Ante ti me postro con devoción, pues,
cuando mi ojos estaban inundados
tus brazos me dieron el calor suficiente
para erradicar mis penas hasta lo mas lejano.
Ante el infierno me postro de espaldas
porque aun en ese momento
me queda la esperanza
que siembres en mi una estrella.