Hola Olga, hace siete años que no estás.
La hija de nuestra amiga Ali, escribía en estos días, una frase preciosa:
“Eres mi casualidad más bonita.” Esa mujer ha parido pequeñas diosas.
Pocas personas me han cogido de la mano y me han mostrado sueños.
Tu fuiste una de ellas. Me enseñaste a escribir en un folio mis sentimientos.
También, que en los detalles imperceptibles estaba la grandeza de la vida.
Juntos dimos forma a unos pocos miles de folios aderezados de música.
Te levantabas temprano y nos atendías a todos con una frase personalizada.
Eran tiempos de dudas, de embriones nonatos y de ilusiones desmedidas.
Aprendí a expresar lo que sentía y, poco a poco, voy aprendiendo a escribir.
Ya no soy quien era. Fuiste la frontera entre la decadencia del egoísmo
y el florecimiento de una sonrisa tatuada al dobladillo de tu falda.
Amé tu vitalidad sin invadir tu espacio. A mirar por tu ojos. Y aprender.
Ahí estaba el mundo de todos y cada uno que conformamos la comunidad.
Agazapada bajo tu piel borboteaba tu cruel e inesperado adiós.
Tu silencio permanente robó mi sonrisa y me sentí a merced de la duda.
Sin embargo, amiga mía, sembraste un mano de semillas de ilusión
Que un hoy sostienen mi nuevo yo y el recuerdo imborrable de tu gesto.
Sigue esperándome. Nos queda una última poesía a dos manos.
Besos.