No hay nada más bello que aquella historia que nunca tuvimos.
Canciones acunadas en brazos vacíos, con el corazón henchido.
Juegos en la oscuridad de mi cama donde
nunca hubo vencedores o vencidos.
Huérfanos de manos mientras musitábamos
el cantar del amor que no di.
Labios secos y agrietados que el viento azotó
esperando un tibio «buenos días.»
Almas trasformadas por el eco de la deriva de tu piel indiferente.
O la mía.
Palpitaciones inconexas mientras mi silencio
te llamaba por las esquinas.
Tal vez la pena se impuso a un corazón desbocado que daba lástima.
Fingíamos indiferencia mientras el aroma a sangre hirviente
inundaba la habitación.
Nos conocíamos y arrepentíamos al mismo tiempo
que buscábamos otra mirada.
Nunca nos atrevimos a cruzar la puerta del deseo,
ni siquiera a mirar por la ventana.
Te conocía y no supe disfrutarte.
Ni permití que entraras a este corazón despojado.
Tal vez fui tan idiota que prefería perseguír una quimera
antes de vivir un despecho.
Tal vez no supe.
Tal vez no quise.
Tal vez no crecí.
Tal vez no sentí.