Te soy infiel.
A veces, me enamoro de tus ojos.
Otras de tus delicadas pestañas.
O me quedo prendado de la curva de tu espalda.
Eres diosa y eres tierra.
Fértil tierra diría.
Pues en ti planto la esperanza
y recojo religiosamente fruto de cada simiente.
Humildemente te adoro.
Me abono a los perlados relatos de tu infancia.
Al crujiente color de tus mareantes medidas.
Al exceso de tu ribera de sal que lamo silente.
A la pereza de tus meditaciones y titubeos.
Soy devoto de tus labios. Y algo más, de tu boca.
Aun duerme mi lengua tras la última incursión.
Eres atardecer aun sin comenzar a amanecer.
Un manso volcán que despierta sobre la arena
y sucumbe derretido en los huecos de mi piel.
Duermo envuelto en aroma y recuerdo.
Despierto sin pasado, y tendido al sol.