Todo lo que me rodea, sueña contigo sin motivo aparente.
Mi sangre hierve al escuchar tu nombre.
Al evocar tu espíritu.
No me canso de recostarme en tus sueños.
En la comisura de tus pechos.
Vivo intoxicado de tus recuerdos.
Del eco de tu delirante sonrisa.
Del vibrante tacto de tu piel.
Me gusta hacer malabares con la esperanza.
Hacer ovillos con tus recuerdos.
Sobrevives en el bies de mi añoranza.
En la excitación que vive agazapada en mi espalda.
Tu peor herencia ha sido la anestesia de mi nostalgia.
El insoportable recuerdo de tu falda cimbreando al viento.
Recuerdo la hechizante fiesta de tus labios.
El brillo de sus colores y la humedad previa de tus besos.
Me despierto cada día lanzándome al vacío de los abrazos pendientes.
Rezones que hacen rechinar mis dientes.
Buscando el imposible camino de regreso.
Nunca me gustó partir.
Ni declinar el desamor.
Prefiero aguardar.
Incluso, volver.
Volar, tampoco estaría mal.