Hay una profundidad indescriptible un instante antes del alba.
El silencio se vuelve frágil y los colores mutan entre destellos.
Aferrado al vaivén de las olas navego desde lo ornamental a lo auténtico.
Persigo fronteras inconcebibles. Sueños a la fuga, cosidos a tu voz.
Entre hojas secas del páramo, derramo plegarias desgranadas en paz.
No tenemos vínculo real al que confiarnos. Tampoco indecisiones cansinas.
Aúlla un perro. Borbotea la nube bajo la incipiente luna.
La piedra se orada al capricho del agua.
El llanto aprende a palpitar. Y concede visos a la locura. .
Equidistancia entre el misterio y la auténtica complacencia
Círculo luminoso ante una diosa de espíritu puro con alas caídas.
Un frio letárgico baja aullando por el desfiladero del recuerdo.
Las estrellas se despeñan sobre el camposanto en forma de ceniza.
Si aúllo a la luna me responde el páramo, distante e inconexo.
Un horizonte menudo se imposta en tu mirada larga y sinuosa.
El aire huele a mujer. A caléndula, a seda y a gotas de alcohol.
Dos almas titubeaban perdidas en la tierra prometida.
La luz de la conciencia parpadea insistentemente.
La respuesta a tus caricias se reanuda traslúcida.
La respiración se torna en inmortalidad.
El corazón se vacía con cada latido.
Todo es luz y nada cuerpo.
La primera pregunta es la última respuesta.
Delineamos el cuerpo sobre la espina dorsal.
Culmina la obra sollozando de rodillas.
Implorando un poco más.
Ofreciendo eternidad fecunda.
Al fin y al cabo, eras mi profecía.