Hoy es tarde, y pienso más en lo que voy a dejar
que cuanto quiero, cuanto busco, o cuanto debo.
Voy a la deriva a la espera de la última estación.
Una buena cena ni si quiera reporta buena noche.
Ahora que dejo de añorarte para olvidar quien eras.
Ahora que sé, fehacientemente, que nunca serás mía
es cuando prefiero que se apague la luz alternante
a la que nombré “faro perenne de mis emociones.”
Ya no escribo promesas ni cantos de sirena.
Me cuesta crear parábolas que aniden en ti.
Llego tarde a mi tiempo. A nuestro tiempo.
Llegará mi hora antes de ver el apocalipsis.
Los silencios me apuñalan de soslayo. Y sangro.
El humo ya no me envuelve sino que me asfixia.
Mi corazón late deprisa para durar mucho menos.
Las traiciones solo me producen una leve sonrisa.
Y así moriré
Observando como el carnaval de las ánimas
aviva sus esperanzas con la brasa de mis alas.
Añorando.
Fingiendo.
Olvidando.
Llorando.