Nunca te compares con el destino que anhelas.
Él es una quimera que persigues imprudente.
Y tú,
el esclavo sumiso de su vaporoso resplandor.
Pasamos de puntillas sobre las ascuas del ascenso.
Acaso,
no queremos ver las cicatrices que nos dejo al pasar.
Te enfrentes a quien te enfrentes, creces con la lucha.
Siempre tenemos algo que aprender del revés de un zurcido.
Esbozamos una arquitectura de emergencia.
Y con ella,
Readaptamos espacios que, alguna vez, fueron sombras.
Somos un intervalo entre el abrazo del nacimiento y el de la muerte.
Malabaristas entre la pura verdad y una sonrisa seductora.
Una ausencia selectiva sobre la que construimos la conciencia.
Un baile entre el dolor y la sensación de vulnerabilidad.
La impresión que nos llevamos por las ideas incomprendidas.
El delirio de los fastos de ego al borde de la extremaunción.
Pon tus frases en práctica, aunque te sientas aislado.
Enfréntate por cuestiones del corazón.
Y negocia con premura los de la razón.
Una guerra de cien años de tu alma contigo mismo,
sin ignorar un ápice de la historia que andas viviendo.
Un espectador privilegiado de la dicotomía de la vida.
Conciencia de la luz que te guía y a la que no contestas.
Salidas por la tangente cuando el rictus se viste de sonrisa.
La cultura de la supervivencia que impregna las sábanas.
Somos un alma lujosa al borde un acantilado.
Una armonía inconexa entre abrazos y despedidas.
Dejarte una impronta sin emitir un solo certificado.