Hay soplos de brisa que terminan
en un escalofrío que recorre mi espalda.
Historias que nos presenta la vida
envueltas de música y poemas.
Juagábamos a ser hombre y mujer.
Encumbrábamos racimos de sensaciones.
Almas que cambian y se entrelazan
para que nada cambie y todo prosiga igual.
Abrazos infinitos, sentidos en silencio.
Comprendimos una vida de complicidad.
Aquellos besos que iban a más.
Sin duda, la mejor estación de mi vida.
Incluso, aprendimos a vivir de a dos.
Dos cuerpos.
Dos almas.
Un sabor.