Lápices mellados

miércoles, octubre 14, 2020 Permalink 2

Te dejé mientras florecías.

Cuando apenas sabias caminar.

Por las veredas y arroyos.

Mientras te hacías mujer.

Con el tiempo me tropecé

Con lo que pensé que era

el alma errante de una mujer.

La culminación de una vida intensa.

La piel ajada.

Los labios rajados.

La mirada vacía.

El alma surcada.

No pasó la belleza.

Intrínseca entre sollozos.

Ni tan siquiera las ilusiones,

hoy florecidas a menos.

En alguna cama

no hubo despertar.

Ni lluvia.

Ni libertad.

Los lápices mellados.

Las esquinas destruidas.

La oscuridad bajo tus párpados.

Las intenciones, caducadas.

Ya somos madera.

Demasiado angosta.

Demasiado cuarteada.

Para volver a esculpir.

Siempre me trataste bien.

Incluso en sueños.

Incluso en las luchas

Tratando de sobrevivir.

Nunca nos desnudamos

Ni mostramos la piel.

Siempre estuvimos

entre carne viva y dolor.

En mi libro de recuerdos,

convives con el espacio

de las nubes furibundas

y la salobre orilla del mar.

Los bordes de la locura

domingo, octubre 11, 2020 Permalink 1

Mi alma te vigila.

Aprende a merodear

sobre las sensaciones que vives

y trata de compartirlas.

Traspasa tu rostro,

para disfrutar de tus sensaciones.

Destila la ingrávida tristeza

que ensalza la comisura de tu sonrisa.

Inconscientemente, cedo mis límites

a cambio de la sutileza

del sublime roce de tu piel.

De la complicidad de tu mirada.

Exploramos una intimidad translúcida.

Inerte en el tiempo e indeleble.

Sostenida en la capacidad de desear

aun en los momentos preñados de distancia.

No hay injerencia entre fronteras.

Tan solo rendición incondicional.

La genuflexión consentida

de una vocación entregada.

Al final me he especializado

en vivir como transeúnte.

Entre tu despertar y mi sueño.

y unas pocas señales sinceras.

Aprendí a resucitar entre tus brazos.

El triunfo de la carne sobre el espíritu.

La secuencia ilógica de los perfumes.

El enraizamiento de lo extracorpóreo.

El único giro que hemos adoptado

comenzó en un arabesco de tu espalda.

Y terminó, o tal vez nunca lo hizo,

en mis labios convexos y conversos.

Nunca había materializado mi espíritu,

hasta que tus manos acariciaron mi rostro.

sacaron del letargo a un beso cálido y añejo,

cargado de una sinuosa saturación.

Desintoxicaste mi conciencia,

a cambio de condenar mi deseo,

A vagar por los pliegues de tu piel.

Desembocar en la curva de tu espalda.

¿Qué hace que nos mantengamos unidos?

¿La razón o la impronta de las manos?

¿La locura o las fauces de la soledad?

La capacidad de universalizar nuestra vida.

Sin querer naufragar,

hemos reinventado la lucidez.

Jugamos a tientas y a ciegas

entre los bordes de la locura.

¿Quieres ser mi duende?

viernes, septiembre 18, 2020 Permalink 2

A veces tengo ganas de cantarte.

A cambio de que estés cerca.

A menos de dos centímetros.

A menos de tres milímetros.

Cantarte con las manos.

Cantarte con mis pestañas.

Cantarte con mi piel.

Cantarte con mis labios.

Esbozar poemas con baladas.

Y canciones con tu figura.

Aunar entusiasmo con deseo.

Dejar que los volcanes detonen.

Mientras tanto. Mientras vives.

Tejer silenciosamente y de a poco,

una etérea y precisa tela de araña,

que permita ceñirte a mis sueños.

¿Quieres ser mi duende?

¿Mi talismán contra la tristeza?

¿El arabesco de mi loca fantasía?

¿El reclinatorio en mi habitación?

La entropía de los mundos del pequeño Pedro.

jueves, septiembre 10, 2020 Permalink 2

No reescribiría mi historia, aunque pudiese.

Al final de relatarla, ya no sería yo.

Ni siquiera recordaría por qué hice esa insensatez.

Me conformo con reescribir arabescos,

sobre las esquivas influencias de un sí y un no.

Del sabor de un beso tardío o un abrazo emergente.

No me interesa mi presente, salvo,

como un tránsito necesario hacia lo que deseo.

Percibo, por su certeza, el fin de las cosas.

Acaso impalpable. Siempre implacable.

Recuerdo, de manera indeleble, a las personas.

Las sensaciones, los fracasos y las alegrías.

Pero no puedo cambiarlas.

Pude, pero no supe.

O no quise.

¡O qué sé yo!

Mis fantasías no obedecen rienda.

Van desde el nacimiento al deceso.

Desde una alegre canción infantil,

hasta el fondo de un vaso con hielo.

Desde el aire que inspiras al comienzo,

hasta el que exhalas en la consumación.

“La entropía de los mundos del pequeño Pedro.”

“Sus continuos descensos al infierno

y la sublimación de tocar las nubes

con la yema de sus dedos.”

¡Pues sí!

¡Ese sería el título!

“Mi vida entre el azul y el gris.”

“Las miniaturas de un pequeño león

que aprendió a crear su propio mundo

cuando comprendió que no podría conquistarlo.”

La plena conciencia.

Al final

lunes, agosto 24, 2020 Permalink 2

He aprendido a no ser, únicamente parte de otras personas.

Ni tan siquiera de sus proyectos o caprichos.

Camino con la firmeza de hacer todo lo que puedo por los demás.

Trato de construir sin poseer. Sin que nadie que me rodea pierda identidad.

No soy dócil. Tampoco agresivo.

Vivo y comparto el como vivir.

No creo personajes que quemo, posteriormente en unas hojas garabateadas.

Lavo mis trapos sucios con mi conciencia y me alejo de la cultura lacrimosa.

No soy enigmático. Uso la palabra para aclarar, pero predico con mis actos.

No hay misterio en mis manos, ni en mi piel. Hay sal y trazas de miel. 

No soy desleal ni conmigo mismo. Y me cargo de afecto con quien me rodea.

Siento que ser útil es la mejor manera de amar y de comprometerme.

Asumo las deslealtades como mis fallos y retomo a las personas.

No me escondo en un bunker, aunque entrego la llave a quien quiero.

He madurado a base de risas, vasos de cristal y muchas vitolas de puros.

He grabado mi vida, con un puñado de palabras y las expongo sin traba.

Nací en un barrio y como tal, recuerdo mis orígenes cada día al despertar.

Llevo muchas personas a mi lado desde que usaba pantalones cortos.

Otras tantas se quedaron por el camino, por su decisión o la mía.

Si me llamas, contesto. Si me abrazas te abrazo. Si me quieres te quiero.

Hago piruetas en el aire y me poso en la rama que me refugia.

Mi vida es una aventura salvaje, a la que estás invitado a compartir.

Como dice la canción, al final de la autopista no hay sitio donde ir.

Los instantes en que regreso

lunes, agosto 17, 2020 Permalink 2

Soy la influencia de todo lo que respiro.

Lo arcaico e infantil de las calles de mi barrio.

Las amistades exprimidas a lo largo del tiempo.

Lo descarnado de las decepciones precipitadas.

Las miserias de la falta del consuelo necesario.

Los tiempos de silencio esperando una caricia.

Las enemistades olvidadas que nunca lo fueron.

Los besos arrancados de tus labios por accidente.

Los que te guardaste y nunca compartiste.

Los momentos de vida que compartí sonriendo.

Los secretos que compartimos con el brillo de la mirada.

Los juegos a cuatro manos y un alma efervescente.

Las carreteras transitadas a la búsqueda de aire.

La confianza en la capacidad de esta vida, o la otra.

El dolor de barriga que producían las risas furtivas.

Los experimentos sensoriales. Y también los carnales.

El renacer a la ilusión tras un páramo asolado.

La lógica de tu forma de mirar.

La alegría de una caricia alocada.

Los afectos que siempre he guardado.

Lo inalterable de mis recuerdos profundos.

Mi razón y tu emoción.

La abundante retrospectiva.

Lo que logramos sentir.

Y lo que nos queda por vivir.

Los instantes en que regreso

y siempre estás ahí.

Bordeando lo místico

Conformando mi realidad.

El eco de tus huellas

lunes, agosto 3, 2020 Permalink 0

Bendito verano.

Me permite caminar por  la orilla de mar.

Dejar que la arena juegue entre mis dedos.

Inmediatamente recordé las cosquillas

con que volvía a mi casa por el roce de tu mano.

Una alegoría a la felicidad que depuse en las calles.

Y se extravió mientras la juventud caducaba.

Siempre tuvimos la amistad necesaria para consolarnos,

en el sutil reflejo que emana la estrella polar.

Un poco de verdad nunca creó tanta distancia,

como el adiós silencioso de tu juventud.

Largas conversaciones en el silencio de la noche

que nunca fueron pronunciadas ni renacieron.

Los largos paseos hacia la fiesta del barrio.

De ida siempre. Nunca de vuelta.

Madrugadas donde buscaba la luz

y solo me encandilaban las farolas y alguna lágrima,

mientras buscaba una puerta abierta donde las sombras

escondieran tus brazos traviesos y me constriñeran.

No me jugué la vida y me llevé un triste reintegro,

con el que no me reconozco porque siempre quise más.

Hoy vives entre mis manos y mi cabeza.

O lo poco que queda de ella.

No encuentro la manera de rastrear tu aroma.

Me gané una poca de nostalgia para toda la vida

y una reina para el exilio que se recuesta en mi cama.

He aprendido a vivir en la efervescencia de la espuma de mar.

Muero con ella una y otra vez en mi propio infierno.

Añoro las nanas que calmaban la mente y el espíritu.

Aquellas en que el viento y la sal sabían a algodón de azúcar.

Hoy aspiro el aroma de las algas buscando un leve murmullo.

Hasta que mis pies se cortan con el ampuloso filo del coral.

Al fin y al cabo,

es triste mirar atrás

y tan solo encontrar

el eco de tus huellas.

La realidad siempre está ahí

lunes, julio 27, 2020 Permalink 0

Un día decides bajar hasta el centro de tus emociones.

Un mundo subterráneo donde los claroscuros crepitan.

Peligros arcanos de quien realmente eres contra quien quisiste ser.

Fecundas maravillas que se deshicieron como azucarillos.

Temores inconexos con las que hacíamos volutas de cedro.

Legados que tintineaban ante molinillos de papel.

Traté de no ser cruel, aunque no se si pude conseguirlo.

Una involución originada de la lucha perenne con el victimismo.

La necesidad de una inspiración que me permitiera renacer.

No tenia necesidad,

porque la realidad siempre está ahí.

Agazapada junto a un manojo de preguntas.

Nunca lo viejo

tendrá el poder

de la sangre nueva.

Ni el tacto se salda

sin un abrazo.

Ni con la ausencia de piel.

Un bosquejo de tu cuerpo

miércoles, julio 15, 2020 Permalink 2

Existen palabras que hablan sobre la verdad.

No necesitan una gran paleta de matices.

Tan solo una mirada curtida y un hábil pincel.

Me dejo llevar por los trazos de tu cuerpo

Un bosquejo que atrapa un escalofrío.

Unos dedos que despiertan la piel caída.

Unos labios que se deslizan por tu oído.

Se hacen eco de palabras entrecortadas.

Ecos de respuesta sutilmente suspirada.

Perfectos pechos culminados por un trozo de tela

que quiere despeñarse cual avalancha de nieve.

Varias curvas perfectas entrelazadas entre sí.

Una espalda que se arquea cual violín.

Allí donde libo el licor del mejor cristal.

Mi mente se nubla entre deseo y realidad.

Dos muslos en permanente enfrentamiento.

Ambos quieren distanciarse y brindar un vacío.

Mientras tu vientre lo ensalza con un dulce vaivén.

Donde culminan dos cuerpos embridados.

En una guerra incruenta y nada artificial,

para tocar juntos el deseado momento final.

Un final siempre inconcluso en  su propio deseo.

Un final que se encadena a la insomne y larga noche. 

Un final que, con el paso del tiempo, llamaremos vida.

Pátina de sal

lunes, julio 6, 2020 Permalink 2

Existe una trastienda en los confines del paraíso, cuya banda sonora se respira.

Una sombra sutil que rodea la estrella Polar, donde se vislumbra una sonrisa.

Una mítica ficción declamada al unísono por tus labios y la palma de mis manos.

Humanamente, eres sombra y eres viento que cimbrea a su antojo sobre el mar.

La hegemonía de todo lo que sueño y lo poco que soy capaz de disfrutarte.

Fui discípulo aventajado de tus noches e hijo de todas y cada una de tus ilusiones.

Un injerto de piel que vive convulso del latido que engendran las venas y tu sangre.

Un sistema nervioso destrozado por el ansía que genera la búsqueda de tus labios.

Una quimera frágil y etérea que respiro al despertar y me acuna sobre tu almohada.

Mil besos censurados capaces de renacer en el dobladillo de mi camisa de lino.

El tacto sobre la pátina de sal que el mar salpica a diario sobre nuestros pies.

Encuentros fugaces sobre una caravana de escalofríos que adormecían la tarde.

La única razón por la que mi alma viviría de rodillas, sin dejar de reconocerse.

La música que no se escucha, sino que te acompaña silente cuando vagas perdido.

Ese beso que revolotea entre el recuerdo y la realidad. Ese que nunca repetimos.

Ese que tuvo vida propia.

Que nos hablaba por separado

De ti y de mi.

De mi hacia ti.

Nos enseñó a amar.

Y casi a sobrevivir,