Existen palabras que hablan sobre la verdad.
No necesitan una gran paleta de matices.
Tan solo una mirada curtida y un hábil pincel.
Me dejo llevar por los trazos de tu cuerpo
Un bosquejo que atrapa un escalofrío.
Unos dedos que despiertan la piel caída.
Unos labios que se deslizan por tu oído.
Se hacen eco de palabras entrecortadas.
Ecos de respuesta sutilmente suspirada.
Perfectos pechos culminados por un trozo de tela
que quiere despeñarse cual avalancha de nieve.
Varias curvas perfectas entrelazadas entre sí.
Una espalda que se arquea cual violín.
Allí donde libo el licor del mejor cristal.
Mi mente se nubla entre deseo y realidad.
Dos muslos en permanente enfrentamiento.
Ambos quieren distanciarse y brindar un vacío.
Mientras tu vientre lo ensalza con un dulce vaivén.
Donde culminan dos cuerpos embridados.
En una guerra incruenta y nada artificial,
para tocar juntos el deseado momento final.
Un final siempre inconcluso en su propio deseo.
Un final que se encadena a la insomne y larga noche.
Un final que, con el paso del tiempo, llamaremos vida.