Cuando los sueños,
llenos de hastío,
no te hacen caso,
tan solo nos queda
un mundo de realidad
aplastante.
Los labios cuarteados
perciben el frio,
mientras los ojos,
cerrados a fuego,
vagan perdidos
entre recuerdos enterrados
y murmullos lejanos.
Pero, ¿Sabes?
Aun me quedan entrañas
y una bocanada de fe,
a modo de sustrato.
Para mi propio mundo.
Para mi nuevo mundo.