Eres mi razón.
Mi eternidad.
Eres mi razón.
Mi eternidad.
Cuando los sueños,
llenos de hastío,
no te hacen caso,
tan solo nos queda
un mundo de realidad
aplastante.
Los labios cuarteados
perciben el frio,
mientras los ojos,
cerrados a fuego,
vagan perdidos
entre recuerdos enterrados
y murmullos lejanos.
Pero, ¿Sabes?
Aun me quedan entrañas
y una bocanada de fe,
a modo de sustrato.
Para mi propio mundo.
Para mi nuevo mundo.
Transitamos este mundo eligiendo y decidiendo sobre estigmas e ilusiones
y así, poco a poco, estamos donde elegimos estar.
Fuimos transformándonos mientras irradiábamos transformación en las personas
que, silentes, caminaban a nuestro lado con devoción.
Conversaciones que partían del intercambio de ideas y experiencias intensas
que daban dignidad a una reflexión efervescente maravillosa.
Al fin y al cabo, la tecnología no nos transformará por sí misma, sino que
debemos trabajar, día a día, codo con codo, el labrar la adecuada actitud.
Liderar es el trabajo mas dignificante y difícil de este mundo, pues necesita
de la sabiduría suficiente para servir a los demás.
Despertamos la imaginación mientras la compartimos con alegría, amando algo,
que, al fin y al cabo, es el principio fundamental para amarlo todo.
Expande tu horizonte alejándote de lo ególatra y concéntrico mientras puedas
y hallarás nuevas ilusiones como manzanas brotan del árbol.
La coincidencia en lo divergente va cincelando el sentido de la vida mientras buscas
las conexiones por las que encajan las piezas ante tus ojos.
Si quieres legar tus sueños, mejor abre en los demás una nueva manera de ser.
Ya deberías saber que el miedo nunca debe tener la ultima palabra.
Me dejan de piedra tus sueños.
Batallas en Marte ganadas a la niñez.
Volaste, tímida, lejos de la soledad,
anidando en aquella luna de agosto.
Ilusiones cosidas al doblez de mi aliento.
Miradas que vuelan bajo el remolino.
Ruedan las gotas de lluvia
Frías como sábanas en invierno.
La almohada nunca volvió
a ser una morada compartida.
El encanto del aroma a café
ha mutado a tertulia de bar.
Perdí una batalla con sabor a guerra.
Buceo entre besos sin recompensa.
Mi pequeña princesa incendió mi alma.
Ya no escucho ni mis propias plegarias.
Pasabas por mi vida y acomodé mi corazón.
Me recreo con pueriles malabares en tu cuerpo.
La peor herencia que has dejado
es mi orfandad de presentimientos.
Cada vez que me pregunto quién soy, me estoy reinventando.
Cada vez que miro bajo la piel, encuentro perfiles adormecidos.
Viejas reivindicaciones más o menos colmatadas de complacencia.
Ayudas bienintencionadas que no valoraron en su justa medida.
Cascos, banderas y escudos obsoletos de tanta guerra estéril.
Canciones a modo de mantra para tranquilizar un alma inquieta.
Puertas a la maldad que sale en el momento inoportuno y crece.
Prótesis para la ilusión necesaria para seguir construyendo metas.
Certezas que eclosionaron de una esperanza sabiamente escogida.
Lealtades altruistas mas allá de una fidelidad entregada sin más.
Una rebelión ante el hecho de convertirme en una armonía conquistada.
Deberíamos ser capaces de recomenzar,
casi a diario.
Sin mochila alguna.
Sin confesión.
Con el brillo en los ojos,
y el deseo intacto.
Sin reconstruir sobre ruinas.
Reinventándonos.
Evidenciando oportunidades.
Sin placer tangencial.
Absoluto.
Inmediato.
Intenso.
Perenne.
Nuestro.
Si, siempre nuestro.
Hay días en los que retornan las historias perdidas.
Las personas queridas se volvieron invisibles y dejaron una cicatriz junto al corazón.
Sucede que el tiempo es un amigo que nos lleva lentamente junto al rio de Caronte con un beso dulce que nos atrapa.
Es entonces cuando el alma se disocia de la mente y sube la fiebre hasta que las venas se llenan de misterio y golpes de acidez profunda.
Ahí es donde tus labios me confortan.
Donde una caricia apaga el fuego candente.
Donde mi cuerpo se entrega y tu boca me sacia.
Si sigues fingiendo,
no vas a recordar quien eres.
Al fin y al cabo, sabes que
lo real es irreemplazable.
Te perderás entre lodazales.
Escombros polvorientos.
Laminas, perennes, de agua.
Silencios subyugantes.
Te despertarás rodeada de frío.
Tus sábanas calentaran otros sueños.
Tus deseos volaran alto
y tus pies caerán redondos.
Huirás permanentemente,
entre dioses menores,
inmundas bestias míticas
que rebufan fuego y sal.
Lo importante se disolverá
como aliento prematuro.
Mientras menguo a tu lado
para que crezcas en silencio.
En mi lento deshojar
de sueños y días pasados,
recuerdo la seda de tus labios
quemando en los míos tus deseos.
Me gustan las notas
escritas al margen.
Las anécdotas.
Las sensaciones mínimas.
Los motivos inconfesables.
Lo apócrifo.
Lo que es veraz
por su propio aroma.
Lo que percibes
tan solo hurgando.
En silencio.
Con la sonrisa contenida,
y una tensión recluida,
a modo de ilusión.
Quiero vivir.
Necesito vivir.
Busco rendijas.
Donde dar
bocanadas
de aire celestial.
Aspirar aire
a borbotones.
Vomitar ansias.
Concurrir deseos.
Avistar futuro,
sin fronteras
Deberes cumplidos.
Genuflexiones
innecesarias.
Viento del norte.
Estrellas encabritadas.
Rescoldos recónditos.
Sueños batientes.
Una docena de hechos
y una sola circunstancia.
El devenir de los amigos
y sus lacerantes cruces.
La esperanza lánguida.
El horizonte certero.
La trama oculta.
El puñal venidero.
Ese que relincha
y atenaza el respiro.
Inmoviliza el camino
y despierta los miedos.
La moralidad del injusto.
Del que abre la venda
a capricho tildado
de su filo mediocre.
El que acierta en la espalda
y no mece la mano.
El que ordena
y te ejecuta.
El que miente y olvida
que el olor a sentina
siempre le delata.
No llores amiga.
Que tu último aliento,
si éste lo fuera,
engarce una sonrisa
a modo de beso.
Ya sabes.
Hay polvo en el viento,
como recita Kansas.
Pero también,
notas de esperanza
a modo de cantar
siempre compartido.